Actualmente sabemos que el movimiento de un proyectil puede considerarse como el resultado de combinar dos movimientos independientes, que tienen lugar simultáneamente; una componente del movimiento es en dirección horizontal y tiene lugar sin aceleración, mientras que la otra, de dirección vertical hacia abajo, tiene lugar con aceleración constante y se rige por las leyes de la caída libre. Además, estas componentes no interfieren entre sí y cada una de ellas puede estudiarse como si la otra no estuviera presente. Así pues, el movimiento en conjunto del proyectil en cualquier instante es el resultado de dos acciones individuales.
El primero que llegó a esta conclusión fue Galileo (1564-1642). Se trataba de un problema de indudable interés práctico, debido a la importancia creciente de la artillería de la época y abrió el camino a la solución de problemas similares de mayor complejidad. En su obra 'Dos nuevas ciencias' escribió:
'Supongamos que el barco está inmóvil y que la caída de la piedra desde el mástil emplea el tiempo de dos pulsaciones. Luego, hagamos moverse el barco y que la misma piedra caiga desde el mismo lugar; según acabamos de decir, empleará dos pulsaciones en llegar a cubierta. En estas dos pulsaciones el barco habrá avanzado, por ejemplo, veinte yardas de modo que el movimiento natural de la piedra será una línea diagonal mucho más larga que la primera rectilínea y perpendicular, que medía simplemente la longitud del mástil; sin embargo, habrá recorrido esta distancia en el mismo tiempo. Ahora, admitiendo que se acelere aún más el barco, la piedra al caer deberá seguir una línea diagonal aún mucho más larga que la otra; finalmente, la velocidad del barco puede aumentarse en cualquier cantidad mientras que la piedra en su caída describirá diagonales cada vez más largas, pero serán descritas siempre en las mismas dos pulsaciones. Análogamente, si se disparase un cañón perfectamente nivelado, situado sobre una torre, paralelamente al horizonte, no importa si se le pone una carga pequeña o grande, de modo que la bala caiga a una distancia de uno, cuatro, seis o más millares de yardas; todos estos disparos exigirán tiempos iguales y cada tiempo deberá ser igual al que emplearía la bala en ir desde la boca del cañón hasta el suelo si se le dejase caer directamente sin ningún otro impulso.'
Por último, hay que hacer constar que esta idea de superposición o combinación de los movimientos horizontal y vertical es equivalente a la aplicación del cálculo vectorial para el estudio del movimiento, tal como hacemos en nuestros dias.