La historia demuestra que la utilización preferencial de las
distintas energías primarias por la sociedad no se ha acomodado a su
descubrimiento científico. Con excepción de la electricidad y de la
energía nuclear, las demás energías primarias fueron conocidas desde
siempre por el hombre. El petróleo, tal como reflejan el Génesis y
el Exodo, ya era conocido por los beduinos del Sinaí y hasta 2.000
años después no encontró más que anecdóticas aplicaciones
medicinales o en iluminación. Las antorchas ardientes de pozos de
gas natural en las estepas del Asia Central figuran entre las
curiosidades de los relatos del viaje de Marco Polo. La Europa
medieval simultaneó la penuria energética con el conocimiento de los
yacimientos de carbón, que no comenzaron a explotarse a gran escala
hasta 500 años después. El principio de la máquina de vapor fue un
descubrimiento realizado en Francia, en 1.697, por Papin,
pero no tuvo trascendencia económica hasta medio siglo después, en
1.765, en manos de Watt, en la Inglaterra de la Revolución
Industrial. En definitiva, son los condicionantes sociales los que
más claramente determinan las circunstancias que potencian una u
otra energía primaria. La historia de la energía se corresponde
mejor con la de las estructuras socioeconómicas de la Humanidad que
con la historia de los descubrimientos científicos.
MUNDO ANTIGUO
El Mundo Antiguo, desde Egipto hasta el fin del Imperio Romano,
estuvo sustentado, desde el punto de vista energético, sobre la
energía animal: la del ser humano y la de ciertos animales de carga
y tiro. Y ello a pesar de que ya eran conocidos tanto la rueda
hidraúlica como los molinos de viento. Las obras públicas que aún
hoy se admiran por su envergadura se construyeron por acumulación de
energía humana -recuérdese la institución de la esclavitud-, con
tecnologías tan simples como la palanca, la polea y el plano
inclinado.
EDAD MEDIA Y RENACIMIENTO
Bastó el desmoronamiento del Imperio Romano, que hasta entonces
garantizaba la disponibilidad de los ejércitos de esclavos, para que
se produjese la primera crisis energética que registra la Historia.
Una estructura socioeconómica que había tenido una dimensión
universal -el mundo mediterráneo- estalló en numerosos y minúsculos
grupos locales de población, condenados a sobrevivir en una miseria
autosuficiente y que no llegaban a disponer del número de brazos
necesarios para constituir un excedente energético. La madera se
convirtió en el material fundamental para una construcción no
demandante de gran aportación de fuerza de trabajo.
La energía primaria que cogió el relevo fue la hidraúlica,
con la rueda y el molino de agua como principales convertidores. En
el censo de Guillermo el Conquistador, el Domesday Book de
1.085, se comprueba la existencia en Inglaterra de un molino de agua
por cada 200-400 habitantes. En 1.180, en Normandía, ya existían
molinos de viento que a lo largo del siglo XII se difundieron por
Europa como nueva tecnología energética traida por los cruzados
desde Oriente. En 'El Quijote' los únicos ingenios energéticos que
se mencionan son los batanes (energía hidraúlica), cuyo "horrísono
fragor" atemorizó a Sancho, y los molinos de viento (energía
eólica), que sirvieron para medir el coraje de su señor.
La Europa de la Edad Media, y en menor grado la del Renacimiento,
rezaba en catedrales de piedra pero vivía en estructuras de madera,
trabajaba con instrumentos de madera y producía con energías
hidraúlica y eólica.
REVOLUCION INDUSTRIAL
A fines del siglo XVIII, se dieron en Inglaterra algunas
circunstancias estructurales (revolución agraria, mano de obra
barata, extensión de la red viaria, innovaciones tecnológicas en la
industria textil) que marcaron el nacimiento del sistema
capitalista. Sólo faltaba, ya que la energía hidraúlica era
insuficiente, una energía capaz de alimentar este nuevo sistema
productivo.
Tiene lugar el cambio en energía primaria -de la hidraúlica a la
del carbón- debido al nuevo convertidor de energía puesto en juego:
la máquina de vapor. Esta hizo posible que la industria
textil se instalase en el sitio que conviniese por razones de
mercado o de disponibilidad de fuerza de trabajo. Tiene lugar
asimismo una revolucionaria innovación en los transportes:
locomotora de Stephenson en 1.813 y barco de vapor de Fulton
en 1.807. El éxito del nuevo sistema económico, representado
por el capitalismo liberal, implica un fuerte crecimiento en la
demanda de hierro. A partir de finales del siglo XVIII, Europa
comenzó a convertirse en un mundo de hierro, llegando en el siglo
XIX a introducir las grandes vigas en la construcción de edificios
(teniendo este proceso su ejemplo emblemático en la torre Eiffel
de 1.889). Entre 1.750 y 1.850 la producción de las fundiciones
inglesas se multiplicó por cien. Esta intensa demanda de hierro
condicionó la elección del carbón como energía primaria de la
industrialización. Como consecuencia, la producción de hulla en
Europa se duplicó cada 20 años aproximadamente.
MUNDO MODERNO
El periodo entre las guerras mundiales, época de indudables crisis
en todas las estructuras sociales, desde las económicas hasta las
ideológicas, se corresponde con el siguiente cambio observado en la
historia de la energía: el petróleo sustituye al carbón
como motor energético de Europa y, en general, del mundo. Como
explicación de esta rápida sustitución puede señalarse, sin duda, la
revolución introducida en los transportes por el motor de explosión
de gasolina, el cual permitió el desarrollo del automóvil desde
1.885 y de la aviación desde 1.903.
El petróleo resultaba un instrumento extremadamente adecuado para
la agudización de las características del sistema capitalista. La
clara separación geográfica de las zonas de producción y consumo,
junto con la concentración empresarial en ambas, ofrecían unas
condiciones de monopolio muy aptas para la maximización de
beneficios.
MUNDO EN CRISIS
Conocidos las reservas de petróleo y el ritmo de consumo alcanzado,
era previsible que en la segunda mitad del siglo XX habría de
plantearse su sustitución por otra alternativa energética, aunque
manteniendo las estructuras socioeconómicas y políticas para las que
el petróleo fue un instrumento muy adecuado. Dicha alternativa no
podía ser otra que la energía nuclear convertible en
electricidad. En este caso se contaba no sólo con el control de las
materias primas -los yacimientos de uranio-, sino también con un
férreo monopolio de Estado -derivado del origen y vinculaciones
militares de la energía nuclear- de la tecnología. Ello proporcionó
a los detentadores de la tecnología nuclear la ocasión de conseguir
ingentes beneficios mediante una estrategia de sustitución de los
combustibles convencionales -carbón y, sobre todo, petróleo- por el
uranio.
Pero hay indicios que permiten pensar que ésta puede llegar a ser
una sustitución abortada. Treinta años de intensa, costosa y
generalizada campaña de promoción de la energía nuclear no han
conseguido más que pequeños avances para sus promotores. En estos
momentos, sólo el 25% de la electricidad consumida en Europa procede
de reactores nucleares. Una vez más en la Historia, las dudas sobre
temas energéticos aparecen al mismo tiempo que las dudas sobre la
estructura de la sociedad.
La energía nuclear favorece la proliferación de armamento nuclear y
de grandes accidentes que, después de los de Three Miles Island, en
1.979 en los EE.UU., y de Chernobil, en 1.986 en la U.R.S.S., han
dejado de ser hipotéticos. Además, para que las actuales reservas de
uranio no resulten más escasas todavía que las de petróleo, no hay
más remedio que cambiar de tecnología nuclear pasando a los
reactores llamados rápidos, con lo cual los riesgos de proliferación
y de gravedad de accidente se llevan a límites que pudieran resultar
económica y socialmente inaceptables. Al mismo tiempo, en Europa se
está cuestionando las raices de las estructuras socioeconómicas
desde las que se diseñaron las políticas energéticas vigentes con
temas tales como la esquilmación de los recursos naturales, el
deterioro irreversible del medio ambiente o las relaciones con el
tercer mundo.
La historia de la energía en Europa aconseja no perder nunca de
vista que no pueden ser sólo argumentos tecnológicos los que
presidan las decisiones, ya que por ser tan intensas las
interrelaciones entre energía y modelo de sociedad, es preciso que
se produzca un amplio debate ciudadano.
(Tomado de 'La energía en Europa', de C. DÁVILA, Salvat, Pamplona,
1987).
Elabora un esquema en el que se indique la energía primaria que se ha utilizado en cada una de las etapas de la Historia.